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HAKUNA: EL MOVIMIENTO CATÓLICO QUE CANTA CON ALEGRÍA AL MUNDO

Jóvenes, familias y consagrados se reúnen en torno a la Eucaristía y la música en la parroquia Nuestra Señora de Loreto, en Palermo, en una experiencia del movimiento Hakuna que hoy se extiende por más de 30 países.

Por: Juan Antonio Cárdenas Garrido

Una familia eucarística que crece

Al cruzar el parque Las Heras, en el barrio porteño de Palermo, se alza una iglesia de líneas modernas. Tras las rejas de entrada, una imagen de mármol blanco de la Virgen con el Niño recibe a los visitantes. La estatua, iluminada desde la base y rodeada de flores, recuerda que allí, en la parroquia Nuestra Señora de Loreto, cada semana se celebra una Hora Santa organizada por Hakuna, el movimiento católico nacido en España que el papa Francisco definió como “una familia eucarística”.

Son las 19:45 y la misa dominical acaba de concluir. Afuera, jóvenes y familias conversan animadamente. Un cartel en la fachada anuncia: “Iglesia Jubilar. Año Santo 2025”. Como todos los lunes, a esa hora,  comienza la Hora Santa.

El esquema es sencillo: primero una charla, luego la exposición del Santísimo, un tiempo de oración y cantos que acompañan el encuentro con Jesús. Hakuna fue fundado en 2013 por el sacerdote José Pedro Manglano durante la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro. “Empezamos ocho chavales y yo. Providencialmente, hubo mucha sensibilidad musical y aquellos jóvenes invitaron a otros amigos. Al poco tiempo componían canciones…”, relató su fundador en una ocasión.

Hoy, el movimiento está presente en más de 30 países. Su estatus jurídico es el de Asociación privada de fieles, aprobado por la diócesis de Madrid. En cada lugar donde se expande, pide permiso al obispo local para compartir su carisma.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Flyer sobre Hakuna.

Gráfico de elaboración propia.

 

Música, oración y comunidad

Dentro del templo, la Hora Santa reúne a adolescentes, adultos mayores y religiosos. En la parte trasera de la iglesia se confiesa a quienes lo desean. Mientras tanto, un joven rasguea la guitarra y tres chicas entonan un coro alegre. La música se interrumpe y un sacerdote joven toma la palabra. Habla de la “memoria espiritual” y advierte sobre la “amnesia religiosa” de estos tiempos. Invita a hacer examen de conciencia, no solo para reconocer faltas, sino también para recordar la gracia y los dones recibidos.

“Los regalos del Señor son como un ramo de flores que necesita agua para no marchitarse”, explica. Y añade: “Dios no se deja ganar en generosidad. Pidámosle que nos guarde del olvido”. La música, dice, es una de esas señales que ayudan a no olvidar la alegría.

Tras la charla, el sacerdote expone al Santísimo en la custodia. Suena la canción Sencillamente: “Creo, Señor, sencillamente, porque creer es confiar…”. Luego, quince minutos de silencio profundo llenan la nave. Algunos se arrodillan sobre almohadillas, otros inclinan la cabeza en recogimiento.

Hakuna insiste en tres ejes: la centralidad de la Eucaristía, la música como acción y la intercesión de la Virgen para llegar a Cristo. Después del silencio, la guitarra vuelve a sonar. El coro entona: “Por aquellos perseguidos, por tu nombre, que se ocultan para orar…”. El canto se alterna con pausas de oración, recordando la frase de san Agustín: “Cantar es rezar dos veces”.

El clima se intensifica hacia el final. El sacerdote acerca el Santísimo a los fieles. El silencio se hace más denso, la emoción crece. Finalmente, la Hostia es guardada en el sagrario.

La consustancialidad de la Iglesia, la convivencia​ y la

complementariedad guían al movimiento católico Hakuna.

Foto: Francisco Miller

Una fe que se comparte

Los jóvenes se levantan, miran hacia el sagrario y hacia la Virgen de Loreto. Se abrazan y cantan con entusiasmo. Afuera, en la explanada, los saludos se multiplican. La coordinadora, Juanita Sánchez, saluda a todos con alegría. Dos sacerdotes, uno anciano y otro joven, se acercan cordialmente a despedir a los feligreses.

A las 21:00, la parroquia cierra sus puertas. Entonces, quienes pueden se reúnen a pocas cuadras, en el bar Hormiga Negra. Allí, entre cervezas y comida, la alegría continúa. Se mezclan jóvenes de distintos movimientos de la Iglesia, como en una comunidad que recuerda a los primeros cristianos. Tres mesas ocupadas, más de una docena de personas reunidas.

En una de ellas, Juanita Sánchez comparte su testimonio: “Fui desmitificando poco a poco los prejuicios que tenía contra la Iglesia. Pensaba que los católicos practicaban poco. Hakuna fue un despertar para mí”.

A su lado, Emanuel Etcheverry, un joven bonaerense, habla con entusiasmo de su vocación musical: decidió dedicarse por completo a interpretar y componer canciones para el grupo musical de Hakuna.

Otra joven, Paz, explica su rol como “pringada”, nombre que reciben los miembros activos del movimiento. Estudió Diseño Gráfico en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y aclara: “Pringado puede sonar raro, pero significa ponernos al servicio de los demás y comprometernos a la santidad”.

Paz también comparte un atisbo de su vida: “Estudié en un colegio religioso, pero Hakuna me ayudó a vivir el cristianismo en lo cotidiano. Aprendí que el catolicismo no es meramente las reglas, es, sí, el encuentro personal con Cristo. Dios atraviesa la vida diaria: el matrimonio, la música, el estudio, todo”. Concluye con una convicción: “Queremos hacer vida de comunidad, vida de parroquia”.

El encuentro termina, pero queda la sensación de que el gozo del cristiano comienza aquí, en la tierra. Como brasas que se encienden en el altar y luego se esparcen en la ciudad, Hakuna busca que la música y la oración no se apaguen al salir del templo, sino que sigan ardiendo en la vida cotidiana, iluminando con alegría los rincones más sencillos de la existencia.

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MOVIMIENTO JUVENIL

Vivir la fe como una fiesta.
Nos reunimos para cantar, rezar, compartir y crecer en comunidad.
Encontrá tu lugar, vení como sos.

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Parroquia Nuestra Señora del Cármen

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